Está más que arraigada la práctica de la automedicación, en Nicaragua y en otros países. Con la aparición de cualquier malestar algunas personas no dudan en tomar una pastilla, para prevenir, para “curar”, porque a la vecina le sirvió, el familiar la recomendó, en la farmacia se la indicaron, entre otros pretextos. Se pasan por alto las prescripciones médicas, sin pensar en el daño renal, hepático, cardíaco, muscular y neurológico, que estos medicamentos podrían causar.
Esta práctica se ha visto incrementada durante todo el periodo de pandemia por COVID 19, poniendo en alerta a toda la comunidad médica. La causa es tanto factores sociales, económicos y culturales, entre ellos el miedo a enfermarse y lo que esto pueda implicar, pero también se debe a un desconocimiento en la población acerca de todos los efectos adversos y complicaciones que cualquier medicamento pudiera ocasionar en nuestra salud, así como en la conducta y tratamiento de enfermedades ya establecidas.
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