Por Dra. Tatiana Terán

«Solo la cuchara conoce el fondo de la olla» Refrán popular muy certero y en lo que se refiere a violencia intrafamiliar o en la pareja, todavía lo es más. En estos tiempos centrados todos sobre la pandemia que se vive, poco o nada se habla de este tema, sin embargo algunos organismos han hecho un llamado de atención acerca del incremento en la violencia hacia las mujeres principalmente, lo cual no significa que no le ocurra a los hombres también. Las noticias y redes sociales confirman el incremento de la misma y lo peor aún, es el como ha aumentado también la saña en el tipo de agresiones, sin querer entrar en detalles sobre estos, realmente pareciera no hay un límite sobre la maldad en las distintas formas de agresión, sea esta psicológica, física, verbal, económica o sexual.
Impresiona la indiferencia hacia el tema o que esto sea visto hasta cierto punto, como algo ya normal en la sociedad. Por otro lado no deja de ocasionar cierto sentimiento de asombro y tristeza los comentarios que se expresan, ya sea en sitios públicos o privados sobre la victima de violencia, particularmente hacia las mujeres, donde todos opinan tanto hombres como mujeres, y en los cuales son escasos los comentarios de solidaridad y/o apoyo sin una previa crítica o reproche hacia la persona afectada.
Generalmente los comentarios van antecedidos de un «Pobre!» seguido del típico «a mi no me hubiera sucedido porque…» ¿Por que no pidió ayuda antes? ¿Cómo se dejó? y sobra el «se lo buscó o lo provocó» por mencionar algunos.

Sin embargo cuantos se ponen realmente en el lugar de la víctima, o se preguntan simplemente ¿Cómo se siente? o ¿Qué siente? Señalar es muy fácil y decir hubiera, aún más todavía, cuando no se esta en los zapatos de otra persona.
No podemos seguir normalizando ni fomentando la violencia, mucho menos ser indiferente o no tener compasión por quien la sufre. La violencia en pareja puede ir desde formas muy sutiles, hasta tomar dimensiones mayores y quien la sufre no se lo espera; la violencia puede ser un balde de hielo que va paralizando poco a poco, carcome las fuerzas, autoestima y amor propio.
Entonces, como se le va a pedir tranquilamente a una persona herida en todos los sentidos, que reaccione! Si ni siquiera a veces se esta consciente de como sucedió y se llego a ese punto. La primera en recriminarse el echo, inclusive en silencio, es la propia víctima, hundiendo aún más su amor propio, sintiendo vergüenza de hablar inclusive.
Se enseña y repite hasta el cansancio que esos son problemas privados o de pareja, y que se solucionan en la pareja, nos hacen pensar en culpa si se ventilan públicamente, por no mencionar la persistencia de sistemas patriarcales y machismos predominantes, sociedades donde las relaciones en pareja de lo que menos tienen es de eso, ser parejas!

Ninguna persona anda buscando ser violentada o pisoteada en ningún aspecto de su vida, eso sería ir en contra de la naturaleza humana, pero sucede y se da a todos los niveles sociales y culturales. Los expertos han debatido sobre el tema por años, existiendo avances importantes, pero también retrocesos en estos tiempos, sobre todo cuando existe pérdida o desarticulación de las organizaciones civiles que trabajan sobre el tema y la no prioridad e indiferencia de los gobiernos al respecto.
Podrán no considéralo un problema de salud y sí que lo es, es parte de la salud publica, perjudica tanto física como emocionalmente a quienes se ven involucrados, con secuelas irreparables en algunos casos, que afectan a todo el conjunto de la sociedad. Por ende los organismos civiles tanto de apoyo a las victimas de violencia, así como los ejecutores de programas preventivos y de educación sobre el tema deben mantenerse como una prioridad y además ser reforzados por políticas y estructuras gubernamentales efectivas a todos los niveles, para que realmente pueda existir un cambio.
Por eso antes de criticar o señalar a cualquier víctima de violencia aprendamos primero de respeto, a extender una mano, cultivar el amor propio y hacia los demás, a sanar heridas, no repetir patrones familiares o sociales destructivos y ante todo a ponernos en sus zapatos. Seamos parte de la solución, la violencia solo engendra violencia, es como una bola de nieve que crece y trasciende desde la pareja hacia los hijos, familia, trabajo, relaciones sociales y vida cotidiana, fomentando la desvalorización de las personas y sociedades enfermas.
